Celia Lora: De sapo a princesa

Playboy, una empresa gringa con todas sus letras, no dejó pasar la oportunidad de generar polémica en México (un país con resabios morales muy arraigados, dominado por el culto católico y gobernado por la derecha), al tiempo de imponer su ideología neoliberal y utilizar a su favor la carga simbólica que implican los desnudos de la hija de Alex Lora: seudo roquero guadalupano, símbolo de las clases oprimidas y/o proletarias, de los migrantes en el extranjero, sobreviviente del régimen autoritario de Díaz Ordaz, y único representante vivo en activo de Avándaro, versión tercermundista del festival de Woodstock. Hay quienes comparan a la hija del matrimonio Lora con Paris Hilton, pero en región 4, lo que no deja de tener una lógica orientada por el consumo, aderezado en todo momento por el escándalo, no solo el del morbo que representan los desnudos de una celebridad o de sus hijos, además en este caso, producto de la sospecha generalizada de que no se hizo justicia, respecto al incidente donde un trabajador del gobierno del DF perdió la vida derivado de la imprudencia de Celia Lora, quien conducía su camioneta de lujo bajo los influjos del alcohol de acuerdo con el reporte médico, dando como resultado su detención acusada del delito de homicidio culposo agravado, y posterior reclusión únicamente por tres meses en la célebre prisión femenil de Santa Martha, a quien su padre por cierto dedica una de sus canciones más emblemáticas en la década de los 80´s. Los niveles de corrupción de la justicia mexicana (que en casos similares aplica una pena de 30 años), permitió que a la vuelta de un año podamos presenciar el surgimiento de un nuevo símbolo sexual, un producto comercial tamizado bajo el axioma del sexo, las drogas y el rocanrol, una vedette como aquellas que idolatraron nuestros padres y abuelos, que marcaron una época, adornando las páginas azules o sepia de los diarios deportivos, convertidas posteriormente en pin ups, objetos de un culto transfigurado, donde la virginidad guadalupana cede su sitio en los altares improvisados de talleres mecánicos y vulcanizadoras, por el misterio de una carnalidad lasciva, igualmente venerable. Encendamos entonces nuestras veladoras en el nombre del todo poderoso Photoshop, en nombre de la sacrosanta justicia divina mexicana, a la espera de que se nos aparezca la virgen y nos conceda el milagrito.

Manolo Espinosa











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