Finaliza la fiesta del espíritu,
la edición número 42 del Festival Internacional Cervantino en Guanajuato,
dejando un saldo positivo en términos artísticos (lo que a estas alturas es una
constante) y algunas experiencias excepcionales, una de ellas es The Power of Theatrical Madness, un
acontecimiento transgresor desde cualquier perspectiva que intente definirle,
un happening que pone a prueba los
sentidos y la resistencia física e intelectual tanto de los actores como de los
espectadores, en un periplo alucinante de cuatro hora y media de duración. De
acuerdo con la información difundida a través del FIC, Este montaje es uno de
los más significativos en la historia de la escena occidental contemporánea. A
tres décadas de su origen, The Power of
Theatrical Madness ‘El poder de la locura teatral’ mantiene la
incandescencia expresiva que le valió ser considerado como un suceso
excepcional dentro del marco de un circuito europeo desgastado por lugares
comunes. En torno a la música de Wagner y al cuento El traje nuevo del
emperador, de Hans Christian Andersen, Fabre construye un tratado sobre la
historia teatral de los últimos tres siglos, al tiempo que, simbólicamente,
elabora un discurso sobre las relaciones de poder. Nacido en 1958 en Amberes, Bélgica, Jan Fabre,
es un hombre diestro en numerosos campos del saber; se le reconoce ampliamente
como dibujante, guionista, director de escena, artista visual, diseñador y
pedagogo teatral. Al frente de su compañía, Troubleyn, ha seguido creando
piezas escénicas notables, donde se borran por completo las fronteras entre el
teatro y la danza. Los últimos treinta
años ha desarrollado tendencias creativas propias del siglo XXI.
Hayde Lachino comenta que desde inicios del siglo XX hemos sido testigos de
múltiples exploraciones de los creadores que buscan romper los constreñidos límites que la
academia pretende imponer a las diversas disciplinas. En la escena, tal
búsqueda por trasgredir las nociones validadas de cuerpo y representación se han visto
intensificadas en las últimas décadas. Jan Fabre reflexiona en sus diversas obras sobre el
dispositivo teatral y el canon, y cómo dialoga lo representado con lo real, por ello
dos temas aparecen como una constante en su trabajo, tanto en la escena como en
las artes visuales: cuerpo y tiempo. En El poder de la locura teatral vemos una obra
con importantes cruces entre el performance, las artes visuales y el teatro
posdramático. Los cuerpos son llevados al límite físico, la desnudez es el recurso para
enunciar/denunciar la condición humana en una Europa en crisis, pero también porque Jan
Fabre mira con interés estético al cuerpo: de ahí que se preocupe menos en lo
que éste
puede realizar mediante la técnica y más en preguntarse qué nuevos sentidos
aparecen cuando esos cuerpos son colocados en estado performativo, a través de acciones
sencillas pero cargadas de gran significación dramática. Una serie de
metáforas visuales apelan a la destrucción y al mundo posapocalíptico que emerge como resultado de
ello; animales diversos invaden el escenario, fuente de mitos y relatos que resumen los
sueños no alcanzados, las utopías fallidas y también el extrañamiento de
lo otro.
Aquí no hay lugares cómodos, todo el tiempo la pieza se mantienen en
tensión, se trata de ver qué ideas aparecen en el choque de acciones dislocadas y extremas contra
la proyección de imágenes de las más destacadas producciones artísticas
europeas. La obra toda se despliega como acontecimiento, durante más de cuatro horas los
intérpretes corren y asumen riesgos, se enfrentan al dolor, al peligro y a su
propia vulnerabilidad. Esta no es una pieza para entretener, sino para producir
pensamiento crítico.
Un acontecimiento de este tipo se encuentra muy alejado de la realidad
mexicana, sin embargo de alguna manera los integrantes de la compañía Troubleyn
y el creador escénico Jan Fabre, quienes se presentaron por primera vez en
nuestro país, dedicaron sus actuaciones del Festival Internacional Cervantino a
los 43 normalistas desaparecidos en Ayotzinapa, en el estado de Guerrero.
La prensa recogió este acontecimiento a través del periódico La Jornada y su corresponsal Carlos Paul, en una nota donde se destaca que la presencia del reconocido y polémico Jan Fabre constituyó uno de los momentos más importantes de la programación del encuentro Cervantino de este año, toda vez que se tuvo la oportunidad de apreciar uno de sus trabajos más emblemáticos, creado hace 30 años: The power of theatrical madness (El poder de la locura teatral), durante el cual todo un mundo lleno de significados y metáforas se abre ante el espectador durante cuatro horas y media (sin intermedios) que dura la obra. Se trata de una pieza que en su momento fue considerada de vanguardia, pero que igual fue muy polémica y rechazada en distintos foros. Hace dos años, Fabre la retomó para montarla con una nueva generación de jóvenes actores y bailarines, sintetizando sin perder su esencia, otra de las versiones, cuya duración es de 24 horas. The power of theatrical madness es una obra que entreteje performance, pintura clásica y teatro posdramático, donde el cuerpo es llevado al límite para reflejar su vulnerabilidad, al tiempo que simbólicamente se desarrolla, a lo largo de las cuatro horas y media, un discurso sobre las relaciones de poder.
Musicalizada
por Wim Mertens, es una pieza que exige del público sustraerse de toda prisa.
La repetición (aparentemente similar) de las diversas escenas profundamente
emotivas, llegan a ser abrumadoras para el espectador, pero ello mismo, la
constante repetición, provoca una apretada vuelta de tuerca en la imaginación,
y genera un mundo lleno de significados y metáforas. Los anales de la historia
del teatro, los nombres de reconocidos creadores escénicos, fechas de
emblemáticas obras y puestas en escena, sirven de contexto para las distintas
situaciones que Fabre plantea, en su idea de llevar al cuerpo y las emociones
al límite. Así, el tiempo y la ilusión teatral se trastocan. La duración del
tiempo real socava la mentira de la ficción. La necesidad y la tenacidad se
confunden, la libertad y el control se enfrentan, la verdad y el engaño se
entrelazan, la locura y la cordura se pierden en esta propuesta, cuyas
metáforas visuales se transforman en fármacos, en palabras de Jan Fabre, en una
medicina que cura o envenena. Distintos momentos performáticos llaman la
atención y provocan la reflexión. Un saludable ejercicio como trotar se
transforma en una larga, dolorosa y agotadora escena. Un hombre con los ojos
vendados, cuchillo en mano, camina haciendo equilibrio por una orilla. En
sentido contrario, una mujer camina con los ojos vendados. A centímetros de su
encuentro, el hombre tira el cuchillo.
En otro momento, desnudarse y vestirse, una y otra vez, denuncia la
vulnerabilidad humana. Una canción de amor, cantada por una mujer, contrasta
con las cachetadas que le da su pareja. Todo en la obra es de violenta tensión.
Al final, un actor, sentado en una silla, acomoda a una actriz desnuda sobre
sus rodillas y le golpea las nalgas, hasta que ya no puede aguantar el dolor y
grita con las nalgas rojas: 1984. The power of theatrical madness. De acuerdo
con Jan Fabre, la obra está inspirada en el cuento El traje nuevo del
emperador, de Hans Christian Andersen, del que retoma y explora el sentido de
lo real y lo falso, además de intentar confrontar el lenguaje arcaico con lo
moderno y considerar la belleza y la emoción como una evidencia fisiológica
interna.
Una escenificación que no posee los elementos convencionales de cualquier obra de teatro, sin diálogos ni una historia que sea contada, con grandes espacios de silencio e inmovilidad de los actores, representa todo un reto para los sentidos, el espectador, al igual que los actores, alcanza unos niveles de abstracción y alejamiento de la realidad que lo conducen hacia la incertidumbre y a una crispación que se yuxtaponen con los pasajes de belleza descomunal contenidos en la representación, esa puede ser una definición de lo que representa The power of theatrical madness, una serie nociones que se ponen en movimiento a través de la acción teatral, la búsqueda de opuestos como la movilidad y la pasividad, el cuerpo vestido y la desnudez absoluta, la violencia y el deseo, el silencio y la música, la angustia y la tranquilidad, la desesperación y la belleza, el poder y la obediencia, la confianza y la traición.
Como señalaba con anterioridad, esta puesta nada tiene que ver con la realidad mexicana, vivimos en una especie de marasmo que nos impide aspirar a realidades que están por encima de los estándares artísticos, sociales, tecnológicos, etcétera, solo basta con recordar que The power of theatrical madness fue hace 30 años, una propuesta que en ese momento buscaba romper los cánones desgastados del teatro occidental, además de mover, sacudir las conciencias aletargadas, acostumbradas al poder político y económico de una normalidad primermundista, en nuestro caso coincide con un momento álgido, donde el poder de la locura teatral, es una metáfora que nos invita a trascender.
Manolo Espinosa
Muy interesante la obra
ResponderEliminary estupendo blog
te sigo.
Un abrazo.
Muchas gracias, también podemos estar en contacto a través de Facebook, estoy como Xartis y en la fan page de Vuelo Nocturno, un abrazo desde México.
EliminarManolo Espinosa